viernes, 7 de enero de 2011

ROMPER LAS REGLAS

Exactamente a las 6 horas 59 minutos sonó el despertador… Como siempre.
Tres segundos después estaba apagado.
Su mujer siguió durmiendo y él, sin hacer ruido, comenzó su día.
Sabía que las reglas de convivencia son importantísimas, o por lo menos creía saber, eso le enseñaron.
Cuidadosamente se afeito, pelo y contra pelo.
“Porque de esa manera aun por la tarde tendrás la cara como de recién levantado”
El desayuno, bastante abundante, “es la comida más importante del día”
Luego de ducharse se vistió con un traje de “media estación” de corte clásico, se anudó la corbata, recordando una frase de su padre: “A un hombre con corbata, siempre se lo escucha primero y con más atención”

Camino al trabajo, en su auto, tomando agua directamente del cuello de la botella, que, previsor tomo de la heladera, el embotellamiento diario no lo sorprendió.
Sin embargo ese día se sintió extraño. Uno más, al igual que todos, yendo al trabajo, “a cumplir con la obligación”. La noche anterior, ceno en familia, besó y arropó a sus hijos cuando se fueron a dormir, miro un rato televisión con su mujer, se lavo los dientes, leyó un rato en la cama y se durmió pensando en la telefonista del trabajo.
Recordó que el fin de semana, reparo le luz del dormitorio, lavo el auto, corto el césped, jugó con sus amigos el clásico partido de los domingos. Por la noche charlo por teléfono con su padre.
En medio del tránsito detenido, con mucho tiempo para pensar en nada, sintió que no pertenecía, que no debía estar en ese lugar.
Por primera vez noto que todos los conductores vestían prácticamente igual que él, todos tenían la misma mirada perdida. ¿Esa es mi mirada?

A poco de pensarlo, se respondió que sí, que el señor del auto de al lado, o del frente o el de atrás… eran él.
“¿Qué está mal? Hago lo que debo hacer, me ocupo de la familia, cumplo con las obligaciones. ¿Sera eso?”

El transito avanzaba muy lento, miro al conductor de la izquierda, luego al de la derecha. Sintió pena por ellos: no se daban cuenta…
Uno de los conductores se dio vuelta para su lado y le hizo un gesto, como de complicidad.
Ese, justo ese momento y ese gesto le dieron la pauta que “él” debía cambiar.
Con un gesto deliberado y parsimonioso, abrió la ventanilla, y mirando directamente a los ojos del otro conducto, tiro la botella vacía al pavimento.

7-1-2011