viernes, 27 de enero de 2012

LA MUERTE DE UN ESTUPIDO

Se notaba lujo, mucha plata.
El fotógrafo no se sorprendió con lo que veía. Para cualquiera seria un espectáculo por lo menos impresionante, para el no.
El cadáver tirado en una posición grotesca, la cabeza colgando, apenas retenida por lo que en su momento fue el cuello.
Sangre. Siempre mucha sangre.
Recordó una conversación con su mujer. Obsesivo no pudo dejar de hacer un comentario ante un programa de televisión:
-No es así, cuando un tipo se desangra, es mucha más de lo que muestran, tenemos cuatro litros, imagínate, por lo menos uno o dos se desparraman, pensa un litro de agua el enchastre que hace, encima la sangre es más densa, y obviamente por su color más llamativa.
-La verdad no te pregunte nada.
El fotógrafo policial, como siempre, comenzó por registrar en su mente la escena, primero veía en su cabeza la secuencia de la acción, lo que sería la futura serie de fotografías. Noto la sangre en toda la habitación, la víctima se defendió, a pesar de los golpes recibidos, lucho por su vida. Incluso con la garganta cortada, se movió de un lado a otro, o tal vez solo fue la desesperación de saberse muerto.
Saco fotos de los muebles rotos, las copas en el suelo, algunas con lápiz labial todavía visibles, saco fotos de lo que fue una lucha desigual entre la víctima y sus agresores. Fueran varios.
Saco la foto de un vomito, concluyo a priori que no era de la víctima.
Su jefe, que le encargo la tarea, le comento que el tipo usaba esa habitación, detrás de su despacho, como especie de bulín. El ya lo conocía por fotos de las revistas de chimentos, un tipo con suerte: promotor de futuras modelos.
El fotógrafo tenía demasiados años en la policía como para ignorar, que en realidad este tipo con suerte, era un cafiolo moderno.
“Parece que se le termino la suerte”
Noto el mal gusto del promotor, mucho lujo, mucha plata, exageradamente ostentoso, la habitación sola, sin contar el despacho, era más grande que todo su departamento, muy recargado con fotos de el mismo acompañado por reconocidos artistas, deportistas, políticos. Un televisor como jamás vio, sabanas con dibujos de animales, lámparas y muebles pretensiosos.

Tres días más tarde estaba la noticia en el periódico: “Reconocido y prestigioso promotor es hallado muerto en sus oficinas”
Causa estupor en nuestro medio el lamentable hecho. Al parecer luego de una violenta discusión con su agresor, Poncho Moto recibió heridas de tal consideración que le provocaron la muerte. En declaraciones exclusivas a nuestro diario, fuentes policiales reconocieron desconocer el móvil del homicidio, no descartando razones pasionales.
En declaraciones radiales, su asistente personal, asegura encontrarse desolado con la noticia, ya que como asegura el mismo era una persona muy querida y respetada por todos sus colaboradores, clientes, amigos y familiares.

***

La chica leyó el titular, luego levanto la vista y se vio en el espejo, poco a poco y sin dejar de mirarse comenzó a llorar. Lloro de impotencia, de susto, de dolor, de frustración.
Solo una semana antes, con su amiga de toda la vida, bajaron a la ciudad. Un viaje largo, donde no pudieron dormir ni una hora. Todo el camino conversando, haciendo planes, ilusionándose con un futuro que avizoraban maravilloso.
Parecía que paso una vida desde que vieron al promotor por primera vez en el pueblo, que les prometió lo impensable. Por fin, se ilusionaron, conocerían el existo.
Recordó con bronca, la segunda vez que lo vieron, cuando se dieron cuenta que solo era un vividor, o peor, un estafador. No podían creer lo que el tipo les exigía, les daba asco.
Con horror recordó la última vez. Podría haber sido ella, tanta rabia, tanta impunidad del tipo, se lo merecía.
“Lástima el vomito”

***

El hombre, con ademanes femeninos, le explicaba al policía:
-Si, yo era su asistente.
-Se lo merecía, era una mala persona, no lo quería nadie.
-Yo, ese día estaba de viaje, así que no sé nada de lo que paso.
-Lo único que puedo decirle es que tenía la costumbre de traer jovencitas al cuarto que tiene atrás del despacho, donde lo encontraron, y bueno, usted imagínese.
-¿La esposa?: una santa, nunca lo engaño, jamás.
- No, no se porque estaba ese día con las demás chicas. El degenerado la abra llamado de puro sádico.
-A las dos nuevas, prácticamente no las conozco, son del interior creo. La otra, que usted nombra, si hace bastante que trabajaba para Poncho, me dijo que estaba embarazada. Que se yo, quien las entiende.
***

El grito la despertó, raro, ya estaba acostumbrada. En la cárcel es común escuchar gritos, por pesadillas o por castigos o porque si, siempre se escuchan.
Su hijo al lado, siguió durmiendo.
“Tres años ya”
Lo miro con amor y tristeza, tarde o temprano le tendría que decir.
Mientras recuperaba el sueño, una vez más recordaba esa noche: el muy maldito la cito junto con las dos pueblerinas, y como si fuera poco a la esposa. ¿Para qué?, ¿Para burlarse de todas?
Recordaba como en cámara lenta, las chicas más que sorprendidas, desilusionadas, la esposa histérica, la navaja sobre el escritorio, todas, las cuatro insultándolo, y el que se ríe, y me golpea.
La policía dice que fue ella la que lo mato. Puede ser, no se acuerda. Sería lo justo, por su culpa, por su vomito, todo se aclaro. Lo que si se acuerda, es que el hijo que duerme a su lado heredara a su padre…, el renombrado promotor, tenía mucha plata.
Lo arropo con amor, pero no pudo evitar la tristeza: tarde o temprano se lo tendrá que decir.
Supuso que cuando el chico averiguara por su cuenta, o comprendiera que ella fue la que lo mato, se lo tendrá que decir.
Y se lo dijo, en voz baja, sin que nadie la sintiera, sabiendo que en algún momento tendrá que decírselo y ser escuchada:
-Hijo, tu padre era un estúpido.

sábado, 21 de enero de 2012

CARTONERO

El calor de ese día era insoportable. Por supuesto dentro del auto, con el aire acondicionado a full no se notaba, pero solo dentro del vehículo.
Cuando me detuve en la bocacalle por el semáforo, justo delante de mí se paró el carro del “cartonero”.
En esa esquina se formo un gran charco de agua y el caballo comenzó a beber del mismo, quedando el carro en medio de la avenida, obstruyéndome la circulación
Lo primero que me llamo la atención fue la delgadez del equino, me pareció que era bastante viejo, si bien no entiendo de animales, pero por su pelaje deslucido y su manera de moverse supuse vejez, además era chico, de baja estatura. El carro también muy chico.
Caballo y carro contrastaban notablemente con los ocupantes, grandotes, parecía que sobraban por los costados del carro. El que parecía conducir y quedaba directamente enfrentado con migo, muy sobrepasado de peso, estaba vestido solo con un pantalón que había sido recortado un poco más arriba de la rodillas, su torso descubierto brillaba con la transpiración y realmente el espectáculo de su abdomen, (panza cervecera) sobrando por encima de su pantaloncito era bastante desagradable.
Tenía cara de malo, con el seño fruncido, barba de tres o cuatro días, la boca grande con un gesto de rabia contenida. Sus ojos igual. Todo el denotaba abandono amargura, bronca y resignación.
Me pregunte si le pegaría a su mujer, me pregunte como se comportaría con sus hijos. Pero esas preguntas y sus respuestas me las hice después. Luego de que por fin el caballo terminara de beber y el carro avanzara lo suficiente como para que mi auto los pasara por detrás y ya en la ruta divagara sobre el tipo.
Tal vez por prejuicioso, no creí que sea un hombre de sonrisa fácil. A lo mejor con sus amigos, si su equipo de futbol gana y luego de algunas cervezas.
Me pregunte ¿Cómo será su relación sexual? Teniendo en cuenta su volumen, no lo imagino encima de nadie, ¿Sera a las apuradas o se tomara su tiempo? ¿Cómo será su mujer? No sé porque me la represente flaca y consumida, vestida con ropas miserables, desgreñada, rodeada de un montón de chicos sucios y descalzos. También puede ser que sea gorda, mandona y gritona, de risotada fácil.
Al tipo amargado o triste, no lo supuse sumiso, más bien parecía que estaba como en guardia permanente. Y pensándolo, a lo mejor tenía razón, tal vez toda su vida fue una lucha desigual, donde en cada batalla él era el vencido.
No debió ser fácil vivir en una villa, donde el calor, o el frio, se sienten más, no debió ser fácil “superarse”, cuando de pibe se está solo, y lo que se aprende en forma “vivencial” es que o pegas o te pegan.
Es probable que ante su fracaso de vida, de alguna retorcida manera afirmaba su personalidad a través del maltrato a los más débiles: su mujer y sus hijos.
¿Tendría en algún momento del día un sentimiento de ternura?, ¿Alguna vez le habar besado el cuello a su mujer, sin intención de sexo? ¿Como responderá ante una pregunta que no puede contestar por ignorante? Sobre todo, ¿cómo le responderá a un hijo una pregunta que lo incomoda?
Pero estas preguntas me las hice después. Mientras el caballo bebía, el tipo vio que yo no podía pasar y me miro directamente a los ojos –creo- que desafiante, yo mire al caballo, encogiéndome de hombros y con una media sonrisa, le di a entender que primero estaba el animal. Estoy seguro que el tipo no sintió condescendencia, desafío, o lastima, simplemente vio lo que era: mi intención de que el caballo saciara su sed, nada más.
Cuando por fin dejo de beber y pase, nos miramos y lo salude vagamente con la mano.
Y en ese momento sucedió, contra todo pronóstico, me dedico una sonrisa tan amplia y sincera que lo atribuí casi a un milagro, (prejuicioso de mí).
Después, ya en la ruta, me permití suponer que mi gesto de saludo, a un tipo como ese, logro que por lo menos un momento dejara de ser un amargado, y ya muy pagado de mi mismo, suponer que ese día, (tal vez solo ese día), su vida y de los que lo rodean sea un poquito más agradable.
20-01-2012