lunes, 29 de noviembre de 2010

INMUNE

INMUNE


Somos cuatro hermanos, mi hermana es la menor. Cuando tendría más o menos 18 o 19 años, era hermosísima, pero más que eso: muy llamativa. Alta, muy rubia, de ojos celestes, y un cuerpo casi perfecto. Como si fuera poco, estudiaba para profesorado de educación física. Ella, muy consiente, lo disfrutaba y usaba. Realmente llamaba la atención.
Hay una anécdota que creo refleja mejor lo que quiero decir:
En esa época era aficionado a la fotografía, tenía muy buenos equipos, y entre éstos un teleobjetivo que permitía sacar desde muy lejos. La diversión con uno de mis hermanos, consistía en ponerle una minifalda, una blusa con generoso escote y mandarla a caminar por las calles de la pequeña ciudad donde vivíamos. Mientras tanto, nosotros con la cámara fotográfica, desde la vereda de enfrente y bastante alejados, sacábamos fotos de las caras de los tipos que se cruzaban con ella. Luego de reveladas las instantáneas, comenzaba el festín: ¡qué caras!, ¡qué gestos!, ¡qué poses! Se podría escribir un tratado de la idiosincrasia masculina...
Obviamente no solo la miraban y algo mas los desconocidos, sino también, con distintos grados de discreción, prácticamente todos. Cierta vez, Carlos, - amigo de toda la vida -, me dice:
- Che, ¿no te pone de la nuca, cómo miran a tu hermana? !Sabes las cosas que deben estar pensando!
- … Y sí, más o menos las mismas que imagino yo con la tuya o con tu primita.
- Pará loco: ¡hay cosas con las que no se jode! -, me contestó.


A los 19 años, la que luego sería mi mujer, era de una belleza singular. Sin embargo, no tenía ninguna conciencia de lo que despertaba a su paso. Me acuerdo en una ocasión, nos encontramos en una esquina, y verla venir ya era una fiesta. Estaba con un vestido clarito muy corto, ajustado, que le quedaba perfecto. Al llegar a mi lado, casi llorando, me cuenta que los hombres son todos una porquería, que no paraban de decirle cosas, y en el subte unos tipos la miraban de tal forma, que parecía que la estaban violando.
Relatándome esto, un poco para saludarme y otro para ocultar las primeras lágrimas, me pone los brazos alrededor del cuello. Yo soy bastante mas alto que ella, de manera que el vestido se sube. Enfrente nuestro, en esa esquina hay una vidriera que me devuelve su imagen de espalda, donde se va claramente: ¡su bombacha!
- Nena, ¿en el subte, viajaste parada?
- Y sí, obvio, a esta hora viaja todo el mundo.

Una vez, mi jefe, me comento que nos vio a los dos por la calle. Incluso me describió el pantalón de mi novia: “azul, a lunares blancos ajustado, de tiro corto” Y hace comentarios como: “que linda, que bien formada..., etc”. Me dice:
- Si a mi mujer la miraran como miran a tu novia, yo sería asesino serial.
- Cuidála -, remarcó.
-
Con la futura madre de mis hijos, la pasábamos bien, siempre riéndonos, haciendo bromas. En nuestras conversaciones de enamorados nos preguntábamos, como todos, qué te gusta, qué no, como me ves, etc. En una oportunidad, muy seria me comenta:
- Una de las cosas que más me gusta de vos es que me haces reír, adoro tus bromas, tus salidas ¡como disfruto el que me hagas reír!



Muchos años después, ya con varios hijos, mi mujer comenzó una carrera terciaria. Como tenía su propio auto, lo usaba para ir a la facultad. A la vuelta, de noche, que en general era muy tarde, traía a varios compañeros, sobre todo a uno – Daniel -, que vivía a pocas cuadras de nuestra casa.
Este, era un muchacho normal, un poco más joven que yo, ni más feo ni mas lindo, divertido, amable, incluso parecía inteligente.
Una vez, un cliente mío, que obviamente conocía a mi mujer, pero no sus actividades, los vio circulando en el auto. El tipo, no se si de puro metido o realmente para ayudar, me lo cuenta. Le explico que es normal, que venía de la facultad, que el acompañante es un amigo, que lo conozco... En fin, le doy las gracias y me olvido del tema.

Una noche al regresar mi mujer, después de dejar a Daniel, la veo contenta, sonrojada, con los ojos brillosos.
- ¿Qué te pasa, estás bien?
- Sí, lo que pasa, vos sabes como es Daniel... En todo el camino de vuelta no hace otra cosa bromear. Tiene cada ocurrencia... Me hace matar de la risa.

No dije nada, pero en ese momento lo sentí. Por primera vez comprendí: a mi amigo de la juventud, a mi jefe, al cliente metido, comprendí a todos los hombres que alguna vez sintieron, para mal o para bien, lo mismo.

Tarquino 20-11-09

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