lunes, 29 de noviembre de 2010

SUEÑOS

Dormía totalmente relajado. En la cuarta fila, al lado de la ventanilla del enorme avión, el hombre hasta parecía divertido.
Maduro, ya con abundantes canas; por su ropa, su bronceado, su reloj, se podía comprobar que su situación económica era más que holgada.
Dormía y soñaba. En su sueño se veía a sí mismo dentro de un lujoso yate, en un mar transparente, pescando un enorme escualo. El aire era de una limpieza admirable, una suave brisa, y todo el sol para él y su presa.
La voz del capitán de la nave, que anunciaba la llegada, lo despertó. Lo hizo de muy buen humor, recordando lo que estaba soñando.
“Pensar que en pocas horas ese sueño se hace realidad”
Hubo de reconocerse con una media sonrisa en los labios que tal vez el pescado no sería tan grande.
Se sentía muy bien consigo mismo. Podía tomar estas excursiones dos o tres veces por año. Su industria hecha prácticamente de la nada, daba muy buenos dividendos.
“Pensar que ni siquiera tengo un título profesional”. Se dio cuenta de que si bien no lo necesitaba, era una asignatura pendiente.

Cuando la voz del comandante lo despertó, el sueño sin saber dónde ir, rápido se cobijó en un bebé, que plácidamente dormía en brazos de su madre.
Ausente a todo siguió durmiendo, aun después de que sus padres recogieran el equipaje, y tomaran un taxi.
Muchos años después, éstos se preguntarían:
-¿De dónde sacó éste su afición por la pesca?
En el taxi, el hambre lo despertó. Para la madre que lo amamantaba fue muy sencillo calmarlo.

El taxista que los llevaba, automatizado con la conducción, ni siquiera se percato que el bebé lloraba. Totalmente absorto en sus pensamientos, notaba que hacía mucho tiempo que se prometió tomarse aunque más no fuera cuatro o cinco días de descanso. Podría alquilar una casita junto al mar, pescar alguna corvina, hacerla a la cacerola... Se dijo a sí mismo:
“Esta noche le digo a la bruja que nos vamos unos días, que alegrón le voy a dar”.
Cuando llegó, ya tarde, se acordó de que su señora se pasó la noche anterior cuidando a su madre. No le extrañó que no lo esperara despierta, como habitualmente lo hacía.
Comió lo que le dejo preparado y en silencio se acostó en la cama matrimonial.

Unas horas más tarde, amaneciendo, se despertó sobresaltado, su mujer a su lado se quejaba casi a los gritos.
-Una pesadilla.
-Debía ser terrible por lo que te quejabas.
-Soñé que estábamos en un barco, en el medio del mar, me caía al agua, nadie se daba cuenta y veo que se me acerca un enorme tiburón, el buque se alejaba y yo indefensa…

El sueño, asustado y confundido, se refugió en una mujer ya mayor que vivía en un departamento cercano. La mujer ya estaba semi despierta. Notaba que cada vez dormía menos.
“Será que el cuerpo sabe de mis años y quiere aprovechar lo que me queda”
Era una mujer que aprendió a darle una importancia relativa a los sentimientos, las angustias o las esperanzas incumplidas. Por eso le llamó la atención que se sintiera nerviosa esa mañana. Le costó un buen rato tranquilizarse y volver a la rutina ordinaria.
Despertó al muchacho y éste, como pudo, tomó un baño, desayunó, y se fue a trabajar.
La anciana recordaba perfectamente, su carita de susto cuando quedó abandonado en el hospital con dos años de vida. Ella, enfermera del turno noche, sola, pronta a jubilarse, contra toda lógica, lo adoptó.
Al principio fue duro, pero el chico pronto demostró aptitudes para el estudio y una voluntad de hierro. Con mucho orgullo pensó en el sacrificio que éste, ahora casi hombre, hacía todos los días. Sabía que se quedaba hasta cualquier hora estudiando y además el trabajo diario.

Todavía medio dormido el muchacho manejaba la lancha con todos esos señorones a bordo. A pesar de ser un simple empleado del dueño de las lanchas y botes, era consciente de lo que les costaba a cada uno de los pescadores esa excursión.
Cuando se detuvieron, en la quietud del océano, para tirar líneas, como en una semi hipnosis, siguió repasando los estudios que le llevaron buena parte de la noche.

Uno de los pescadores la noche anterior, sin querer realmente, tomó un poco de más. Sin darse cuenta, y a pesar de la animada charla a su alrededor, se quedo profundamente dormido.
Media hora más tarde, despertó bastante repuesto. Lo primero que le vino a la mente fue: “Si tengo tiempo para estas vacaciones, tengo tiempo para estudiar”
Sin saber bien por qué, ya estaba deseando terminar el día de pesca.


Tarquino 15-05-2010

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